THE LESBIAN SISTERS

THE LESBIAN SISTERS
Fotos de Eugenia Gusmerini

miércoles, 26 de julio de 2017

Postimpotentes




El tiempo pasa y tu niña interior ya no cruza las piernas de esa manera.
Quizás tenía pipí y me lo aguantaba.
Ahora soy inmensamente más grande que en esa tierna foto.
Soy una madre que camina para ser abuela, todavía sin hijos. Ya sin hijos.
Lo vivo bien. Le estoy agradecida a mis compañeras. A todas las mujeres del mundo.
El camino de romper de papelitos a veces se tropieza con fotos en blanco y negro.
El aniversario del 92 coincide con malos tiempos para la lírica de las fotografías.
De nuevo mi mirada choca con los cadáveres del Mediterráneo.
Los cánticos de los muertos silban en nuestras conciencias. Oigo a Valentina cantando en Mara Truth, oigo a través de ella todo el dolor y el lamento del Mare Nostrum.
Madre mía, madre mía.
Escribimos los derechos humanos pero la palabra no basta aunque se necesite tanto.
El silencio de la experiencia alumbra los caminos.
Las nietas de la Paquita están hoy especialmente guerreras. Cuanto más gritan, más vida desplazan hacia mi piso. Luego Mario silba mientras cocina. Todo normal, lo de cada día.
También los pájaros.
De pronto, uno de mis pensamientos recurrentes. El mundo occidental como el gran hospital. Antes fue el teatro del mundo, pero ahora quien no tiene una cosa, se le revela otra. Joder, esto no es el enfermo imaginario. Luego, el siguiente pensamiento recurrente, claro, cómo vamos a estar sordos ante el dolor que nos rodea, que nos llega.
Redefiquizo un poco a lo largo de la mañana y sigo con Patti Smith. Caigo en la cuenta que siempre le pongo la y griega y es i latina. De nuevo, la historia de la performance de Marina Abramovic cuando se puso a disposición del público y demostró algo que todos sospechamos, que a poco que permitas la invulnerabilidad del individuo, éste se cree omnipotente y daña al otro, a la otra subiendo intensidad a medida de la impunidad que lo ampara, sin miramientos. Qué espanto.
Miro la fotografía en blanco y negro y le digo a esa niña que la amo. Que me sabe mal no haber cumplido alguno de sus sueños pero que a veces los sueños solo son para soñarlos porque la realidad no siempre confirma que fueran necesarios. Que todo está bien. Que hoy la noto más contenta aunque la tristeza siga ahí.
Escribo una pieza bárbara corta, de esas que pretenden la no autocensura. Oigo un eco de risa y me digo, sí, se titula La risa de Ayax.
Mariano Rajoy declara y Puigdemont dice que no acatará la inhabilitación, en el caso de que suceda. Ahora, si me dicen que Rajoy visita la Catedral de Toledo y Puigdemont aprende un nuevo paso de sardana, también estoy dispuesta a creérmelo. Otro día explico por qué no voy a votar si es que hay referendum. Me harán un favor si al final no es legal. Me alivia no votar. A quién le importa si no voto, en el fondo.
Siento que he pasado de sentirme joven y prepotente a sentirme adulta y postimpotente.
Leo con años de retraso Indignaos, que ahora podría ser Indignaros, y me doy cuenta de que el panorama ha cambiado poco. Nada.
Suerte que al final siempre se me ocurre pensar que hay manos y corazones que, aparte de no rendirse nunca, se indignan y se apiadan a partes desiguales y justas y que hay justicia poética y alguien vela allá en lo alto o aquí a mi lado. Ser postimpotente permite el pensamiento mágico consolador.
¿Cuándo vendimos la cultura en favor del insondable entretenimiento? ¿O solo fue un traspaso de poderes?
Recuerdo que dije una vez: el teatro es el último reducto de resistencia humana. Ojalá lo siga siendo. Por la esperanza. Alguien tiene que generarla en el más aquí.
No tendríamos que exasperar, tendríamos que tener esperanza, Stéphane Hessel.
Vamos curándonos porque nacemos con herida.
Lo dicho, el gran hospital del mundo.
Convalecientes.
Postimpotentes.


No hay comentarios: